5/10/12

Cristobal Balenciaga

No hay persona que ame la moda o haga de ella su forma de vida que no reconozca la maestría de quienes lograron abrir las grandes puertas que han permitido que la moda sea lo que es hoy día.

Con la intención de acercaros un poco más a estos genios, que de sobra conocéis muchos de vosotros, vamos a dedicar varios posts a hacerles nuestro particular homenaje, entre otras cosas, porque pocas historias hay más apasionantes que la de la moda y sus protagonistas...

Dicen que "el genio es un rayo cuyo trueno se prolonga durante siglos", y eso es exactamente lo que ocurre con el gran Balenciaga. Nacido en Getaria el 21 de enero de 1895, Cristobal Balenciaga Eizaguirre, vino al mundo para "convertir en arte todas sus vivencias" tal y como aseguran quienes le conocieron.




Su madre era costurera del San Sebastián más aristócrata, por lo que Balenciaga creció rodeado de patrones, telas, hilos y agujas. De esta manera no resultó extraño que a los 13 años se lanzara a arreglarle un traje a la Marquesa de Casa Torre (bisabuela de la reina Fabiola). Al parecer el resultado fue fantástico y desde ese momento la Marquesa se convirtió en su mentora. Le mandó a Burdeos a que aprendiera francés y después a París varias veces para que conociera de lleno la alta costura.

Pronto abrió su propio taller con clientas de la más alta alcurnia, aunque vivió sus altibajos debido a los convulsos momentos políticos internacionales, guerras mundiales y la guerra civil.
Antes de montar su taller en París, iba simplemente a comprar y cuando estaba en su taller de Getaria, deshacía los modelos para estudiarlos a fondo. Fruto de ese exhaustivo estudio empezó a crear... lo mejor.




En 1937 se marchó a París por la Guerra Civil española. Dadas las circunstancias empezó con pocos medios, pero a partir de su colección presentada en agosto de 1938 el nombre de Balenciaga estaba ya en boca de todos, y sus prendas se calificaban de auténticas obras maestras.

Balenciaga era famoso por sus cortes escultóricos, sus sombreros, tocados o casquetes y por la perfección de sus mangas. Por su sobriedad para el día y su elegancia para la noche.
En sus diseños había claros matices españoles de su adorada Getaria pero nunca se pasó. Le inspiraban también los grandes pintores españoles por su dominio del color.




A Balenciaga se le puede atribuír algo que muy pocos modistos han podido hacer, y es la capacidad de cambiar los gustos de las personas. Fue el primero en despejar los cuellos, marcar cintura, ensanchar hombros y dar una forma perfecta a cada creación.

El mismo Christian Dior reconoció el talento y la valía de Balenciaga ya que este maestro vasco era capaz de hacer verdaderos milagros. Lograba adaptar el traje a los cuerpos de una manera única, con un hablididad espectacular para ocultar los complejos de sus clientas potenciando su comodidad y haciéndolas sentir únicas.



Givenchy lo definía como el gran "arquitecto de la moda", no en vano, ya que Balenciaga tenía frases geniales como "no hagas nunca un volante idiota, haz un volante inteligente".

Todo aquel que le conoció o que se ha esmerado en estudiarle asegura que no solo daba órdenes, si no que cosía sin parar y que era un trabajador infatigable, y que además era una persona excepcional a la que nunca se le subió nada a la cabeza.

En 1968 cerró la casa francesa y se vino a España. Su última aparición pública fue en el entierro de Chanel a quien logró sacar grandes elogios.

Los mejores diseñadores contemporáneos aprendieron con y gracias a él, como fue el caso de Emanuelle Ungaro.

Balenciaga murió en Javea el 23 de marzo de 1972 dejando atrás una gran historia que aún hoy sigue viva con su marca, y en los libros de historia como claro referente, genio y maestro.

En Street 35 somos fervientes admiradores de su trabajo. Unos cuantos recortes de sus vestidos decoran nuestro mood board ya que, desde el más absoluto de los respetos, si no nos fijamos en el ejemplo de los más grandes... no llegaremos a ser nadie, ¿no os parece?.

Os recomendamos una visita a su museo en Getaria. Conocer las maravillas que esconde merece la pena, y pasar un fin de semana en San Sebastian y disfrutar de unos ricos pinchos y un paseo por La Concha pueden cerrar una escapada perfecta.